¿Qué significa realmente la salida del país de origen?

En el aeropuerto donde tomé mi primer vuelo internacional, donde vi a unas personas felices, a otras llorando y a otras las dos cosas, fue el lugar donde empecé a escuchar historias de vida asombrosas de personas reales que buscaban algo más de lo que su país les ofrecía. Algunas personas ya habían salido varias veces del país por diferentes motivos, uno de ellos vacaciones, pero una cosa es salir de vacaciones y otra cosa es tomar el riesgo de mudarse a otro país a vivir una cultura diferente a la de uno y a su vez pensar que iba hacer de mi vida estando allá.

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Tiempo después de ya vivir por fuera de mi país, de escuchar porque la gente se iba a vivir al exterior, pude notar que hay personas que anhelan constantemente volver a ver a sus familias, esto les causa una constante aflicción sumándole a ello el aun intentar manejar su vida en aguas desconocidas y lidiar con la soledad al estar en el extranjero. Sin embargo, hay otras personas que se dieron cuenta que ni su familia, ni su país de origen les brindaron condiciones para vivir bien y por el contrario los afectaron, y ahora en el país extranjero se sienten en paz.

Entre esos matices están quienes saben que están mejor allá; que las relaciones con quienes los rodeaban no les hacían bien, pero se niegan a reconocerlo públicamente, por el contrario dicen y publican por redes sociales, cuanto aman y extrañan a sus familias y amigos, pero al describir su vida en su país de origen fácilmente me puede dar cuenta que eso no es más que una narrativa incoherente, en la que se niegan la oportunidad de reconocer en que les beneficia quedarse en otro país a su vez evitando hacer consciente lo que verdaderamente quieren. Entonces uno se pregunta:

¿Qué pasa si somos honestos con nosotros mismos?

¿Será que si somos capaces de reconocer que no cumplimos con ciertos ideales colectivos y somos capaces de ver la realidad tal como es?

¿Que ganamos al mostrarnos ante los demás como seres sacrificados por otros?

Sin duda migrar genera una necesidad de preguntarse muchas cosas que en la zona cómoda no hacíamos por ejemplo ¿por qué verdaderamente uno se arriesga a vivir por fuera de su país? ¿qué relaciones quiere? ¿cuáles son sus aspiraciones? etc. Tal vez respondemos cosas que suenan bien, otras que no nos gustan y las reprimimos rápidamente, quitándonos la posibilidad de explorar nuestra mente, nuestro ser, el reconocer qué pasa en nuestro interior y trabajar en ello.

Dime... ¿Cómo se sacudió tu mirada a las relaciones que tenías cuando te fuiste de tu país?

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